La
identificación de criminales mediante pruebas como sangre, semen o piel halladas
en el lugar del crimen ha sido siempre una de las ambiciones de los laboratorios
policiales. El hecho de que el ADN de las células proporcione esta información
lo descubrió AIec Jeffreys por casualidad.
Se descubrió
que el ADN poseía ciertas secuencias (conocidas como «minisatélites») que aunque
no contribuían a la función de ningún gen se repetían en su interior y que,
excepto los gemelos idénticos, cada organismo poseía un diseño único. La técnica
de las huellas dactilares genéticas es compleja.
En primer
lugar, el ADN se corta en porciones específicas mediante enzimas y los
fragmentos se colocan sobre un gel que luego se somete a una descarga eléctrica.
Los fragmentos de dos hebras se dividen para convertirse en hebras individuales
y se traspasan a una hoja de nylon. Son sometidas a un ADN sintético que se
adhiere a los minisatélites; se hace una radiografia y se revela la película. De
manera similar a los códigos de barras de los productos envasados, los códigos
oscuros muestran los minisatélites y el diseño que resulta es único.
Se considera
que la posibilidad de que dos individuos coincidan es de una entre un millón.
Además, los individuos emparentados muestran muchas similitudes. La técnica se
utiliza para descubrir a criminales, para demostrar relaciones familiares y para
efectos médicos. La identificación de huellas dactilares genéticas para la
detección de criminales la utilizó por primera vez la policía de Leicestershire
el 5 de enero de 1987. Dos colegialas habían sido violadas y estranguladas en
dos pueblos. Se pensaba que el asesino probablemente seria de la localidad y se
solicitaron muestras de sangre y saliva de más de
5.000 hombres.
Sólo dos
personas se negaron. Uno de ellos, Colin Pitchfork, al encontrarse bajo presión,
chantajeó a un compañero de trabajo para que hiciera la prueba en su nombre.
Cuando luego el sustituto confesó el engaño, a Pitchfork se le realizó la prueba
del ADN y fue condenado a dos cadenas perpetuas.
Las pruebas
de ADN se han utilizado para identificar a criminales mediante muestras que se
conservan desde 1970. Gran Bretaña mantiene una base de datos con pruebas de
ADN de todos los criminales convictos desde mediados de la década de 1990 y
hasta ahora hay más de 500.000 archivos.
A quienes
esperan juicio se les hace un test para ver si coinciden con alguno de la base
de datos. Si son condenados, su perfil se añade a la base de datos, en caso
contrario se destruye. La patente británica fue autorizada exclusivamente en
1986 al ICI (luego a su empresa separatista Zeneca).