Los Cientificos del Museo de Alejandria- Trabajos en la Biblioteca

Los Científicos del Museo de Alejandría  Biblioteca

Vida intelectual en el Museo y Biblioteca de Alejandría

Debido a la concentración en Alejandría de numerosos especialistas, la vida científica fue intensísima en cualquier campo.

Todas las ramas de la ciencia se dieron cita en el Museo: la matemática, la astronomía, la medicina, la geografía, la mecánica, al lado de la ciencia literaria y la filología.

El sentido de solidaridad y de comunidad de esa época hizo desarrollar la investigación científica con la colaboración, antes nunca soñada, de los sabios.

Alejandría siempre se mantuvo en primera línea entre los diversos centros culturales de su tiempo.

De ahí que con razón a esa época se la denomine "alejandrina".

El trabajo investigador estuvo orientado hacia la acumulación y clasificación de datos; fue una erudición profunda, pero que no se proyectó más allá de las dependencias donde se realizaban los estudios.

Los descubrimientos no fueron más que curiosidades y juegos de eruditos. Habrá que esperar hasta los siglos XIX y XX para que se conviertan en una técnica capaz de transformar la sociedad.

No sintieron la necesidad de aprovechar el rendimiento de las máquinas debido a la numerosa presencia de esclavos que había en las ciudades.

El Museo fue tan famoso, que la mayoría de sabios de esa época vivieron o pasaron una temporada en sus dependencias: Aristarco de Samos, cuya explicación heliocéntrica del mundo se anticipó unos 1.800 años al sabio polaco Copérnico; Hiparco, que estableció un catálogo de estrellas y una lista de los eclipses de Sol y de Luna.

Eratóstenes de Cirene creó la geografía científica y midió el arco del meridiano de Siena para establecer la longitud de la circunferencia terrestre, lo que consiguió sólo con un error de 385 Km.

La medicina hizo grandes progresos gracias a la especial dedicación a la anatomía, ya que los reyes helenísticos permitieron practicar la disección de cadáveres humanos, hasta entonces severamente prohibida.

Herófilo es el principal representante de los anatomistas; fue él quien descubrió los nervios sensitivos y logró medir la aceleración del pulso de los enfermos febriles con la construcción de un reloj de agua. Erasístrato fundó la fisiología y estuvo a punto de descubrir la circulación de la sangre.

Arquímedes de Siracusa también se formó en el Museo, pero luego vivió en su ciudad natal dedicado a los estudios matemáticos y físicos.

A él se debe la construcción de unas máquinas para lanzar proyectiles, gracias a las cuales hizo posible la larga resistencia de Siracusa al asedio de los romanos.

Conocido es su descubrimiento de la hidrostática y de la ley de la palanca.

Los matemáticos que más se destacaron fueron Apolonio de Perga y Euclides, cuya autoridad no ha sido discutida hasta el siglo XX.

En la biblioteca anexa al Museo se dieron cita las ciencias humanísticas. Los gramáticos, eruditos y filólogos encontraban un valioso instrumento de trabajo en los numerosos volúmenes que la biblioteca custodiaba.

El estudio gramatical, semántico y literario de los textos llevado a cabo por filólogos como Zenodoto de Éfeso, Aristófanes de Bizancio y Aristarco de Samotracia dan un indiscutible prestigio a esta institución.

Se producen obras de toda índole, ediciones de Hornero con la división en veinticuatro cantos, diccionarios, comentarios literarios, ediciones anotadas de escolios de las principales obras, gramáticas, traducciones, como la Biblia de los Setenta para los judíos alejandrinos helenizados, estudios sobre la historia antigua de Egipto realizados por Manetón, etc.

En fin, aquí nació la filología y la crítica literaria.

Este laborioso trabajo de recopilación es debido al sentimiento epigonal de esa época.

La conciencia de que se había producido un cese de las actividades creadoras y que los períodos anteriores fueron más fecundos motiva la conservación de los textos con los oportunos comentarios y selecciones para transmitir el tesoro de los clásicos a las futuras generaciones.

Los poetas, por regla general, fueron los mismos eruditos: Apolonio, Calimaco, Hermesiánax, Filetas de Cos, Arato, Licofrón, As-clepiades, Leónidas, entre otros.

Ello fue la causa de que la poesía se resintiera notablemente de estos conocimientos científicos, al carecer de espontaneidad.

Se persigue la elegancia, el pequeño detalle, la perfección formal, el preciosismo métrico, la expresión abstracta, la versión inusitada de un mito o de una leyenda, la elección de palabras raras.

Los poetas eruditos pulen, retocan y cincelan sus poesías para satisfacer sus afanes puramente estéticos.

Por otra parte, la poesía sufrió el peso del mecenazgo dispensado por los monarcas poderosos, que todo lo quieren someter. Toda arte ha de ensalzar la gloria del monarca.

La religión, el arte, la poesía no pudieron librarse de esta influencia. La literatura se convierte en cortesana y está dirigida por una selecta élite envanecida por su prestigio.

Si la poesía con su virtuosismo artístico consiguió ciertos éxitos, la prosa, en cambio, experimentó un notable retroceso.

El fin de la ciudad-estado significó la desaparición de la brillantez del discurso público, hasta que volvió a florecer en Roma.

Un nuevo tipo de discurso popular fue la diatriba, propagada por los cínicos.

La historiografía fue de escasa calidad y no logró alcanzar la altura de las hazañas de Alejandro.

Hubo que esperar a Polibio, que, consciente de la realidad de los hechos y eliminando toda conexión entre el curso de la historia y del mundo con el azar, siguió el método crítico de Tucídides para narrar la historia de Roma, a la que auguró su hegemonía sobre todo el mundo por largo tiempo.

En Asia Menor, la ciudad de Pérgamo poseía, después de Alejandría, la biblioteca más completa.

Esta ciudad prosperó sobre todo gracias a su hábil política de apoyo a Roma, mientras los otros estados vecinos sucumbían al yugo impuesto por los romanos.

Muestra de la magnificencia de sus monumentos es el altar dedicado a Zeus que todavía podemos contemplar en el Museo de Berlín.

En Pérgamo se dedicaron a las tareas científicas filólogos, eruditos y una escuela platónica, si bien los poetas estuvieron prácticamente ausentes.

La isla de Rodas, gracias a su privilegiada situación, fue un gran centro de relaciones comerciales y de intercambio cultural. Su escuela de escultura fue mundialmente reconocida, según nos asegura la tradición.

Un alarde de su poderío y de su famosa maestría se reflejó en el Coloso, que era una estatua broncínea de Helios, patrón de la ciudad, cuya altura alcanzaba 33 m.

En los siglos II y I a. de J.C. se convirtió en un centro intelectual de primer orden, donde acudían griegos y romanos a perfeccionar sus estudios.

Los estudios filológicos y gramaticales rivalizaron con los de Alejandría, a la vez que su escuela de elocuencia, que proclamaba el aticismo frente al recargado estilo asiánico, alcanzó el máximo esplendor con Molón, a cuyas lecciones de retórica asistió Cicerón.

Frente a estos nuevos centro comerciales y culturales, Atenas llevó una vida callada, sumida en el sueño de la soberanía de la ciudad-estado autónoma.

Sólo los filósofos y poetas continuaron sosegadamente su vida cultural.

Pasó a ser una ciudad universitaria por excelencia.

Su papel de metrópoli, que custodia la antigua tradición, lo podemos comparar con las antiguas capitales europeas, que atraen a los potentados de todo el mundo.

Pero la Atenas de la época helenística dio patente realidad a la afirmación que Tucídides puso en labios de Pericles: Atenas es la escuela de toda Grecia.


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