El Rio Amazonas: Flora y Fauna de la Selva Amazonica - Caracteristicas

El Río Amazonas Flora y Fauna de la Selva Amazónica

HISTORIA DEL LA EXPLORACIÓN DE LA ZONA:

En 1541, Francisco de Orellana, que desde el principio había participado en la conquista del Perú, se unió a Gonzalo Pizarro, quien, con gran aparato de armas, vituallas, bagajes e indios que le acompañaban, había emprendido la famosa expedición de “la canela”, hacia las tierras llanas situadas al este de los Andes.

Por el nombre dado a la expedición se puede adivinar el principal motivo impulsor de la empresa: la búsqueda de tan preciada especia, aunque sin descontar tampoco la posibilidad de que en las mismas tierras donde crecía se hallase también El Dorado.

Partiendo de Quito, atravesaron, no sin dificultades, la muralla andina y penetraron en la impresionante selva que se extiende al pie de la cordillera.

Y encontraron, en efecto, los árboles de la canela, pero el esfuerzo realizado había sido enorme, tanto que resultaba desproporcionado comparado con cualquier posible beneficio.

Con este desencanto en la mente decidieron continuar adelante, siguiendo el curso del río Coca, afluente del Napo.

Las jornadas que se sucedieron fueron muy duras, y tras la muerte o desaparición de los últimos indios que con ellos habían partido, y encontrándose sin víveres y con algunos hombres enfermos, Gonzalo Pizarro ordenó construir un barco para navegar en busca de comida y para transportar a los enfermos, ya que “aquel río tenía media legua de ancho”. 

Exploración de Orellana

Marcharon así, unos por la orilla y otros a bordo de la improvisada embarcación, hasta que, en los primeros meses de 1542, débiles, hambrientos y descorazonados, procedieron a llevar a cabo una última tentativa: el barco, con Orellana y 57 hombres, se adelantaría en busca de comida y noticias, mientras Pizarro y los demás descansarían y esperarían.

La imposibilidad de volver a remontar el Napo, una vez llegados al gran río al que, de momento, llamaron Orellana, forzó a éste a continuar el viaje exploratorio en medio de grandes fatigas y sobresaltos, comiendo lo que, por las buenas o las malas, conseguían dé los poblados indios de las orillas.

Precisamente en una de estas escaramuzas se produjo un incidente, banal en sí mismo, pero que había de ser el origen del nombre que para siempre llevaría el gran río americano.

Los españoles fueron atacados por guerreros indios, entre los cuales —según cuenta fray Gaspar de Carvajal— había muchas mujeres que, con arcos y flechas, dieron muerte a varios expedicionarios.

Este hecho, que despertó en la mente de los maltrechos conquistadores el recuerdo de las clásicas y mitológicas amazonas del mundo griego, motivó que al río se le diese el nombre de “río de las Amazonas.

Y así, entre constantes escaramuzas, peligros y penalidades, el día 26 de agosto de 1542 la nave de Orellana y su gente llegaba al fin al Atlántico tras haber recorrido, por vez primera, el curso del Amazonas.

Por casualidad, pero sobre todo animados por su espíritu aventurero, aquellos españoles habían descubierto y explorado el río más caudaloso del mundo y uno de los más largos.

EL RÍO AMAZONAS:

Porque el Amazonas recorre América del Sur de oeste a este, desde 190 Km. tierra adentro del Pacífico hasta el océano Atlántico.

Su longitud total es de 6.400 Km., su caudal de 180.000 metros cúbicos por segundo y sus fuentes principales son dos ríos de los Andes peruanos: el Marañón y el Ucayali.

El primero nace al norte de Cerro de Paseo, en la laguna Lauricocha, a unos 4.000 metros de altitud, y corre, profundamente encajado, entre las cordilleras Occidental y Central de los Andes.

Ya en la llanura amazónica, fluye lento y navegable (desde Borja) en busca del Ucayali.

Este nace de la unión, ya en los llanos, del Apurimac o Tambo con el Urubamba, que a su vez tienen su origen, respectivamente, en un pequeño lago de la meseta andina, al pie de la cordillera de Chilca, y en la cordillera de Vilcanota.

El Ucayali, que tiene 1.800 Km. de longitud desde el Apurimac, es un río lento, caudaloso, de cauce ancho y tortuoso, navegable incluso para buques de gran calado desde Pucalpa.

Tras la fusión del Marañón y el Ucayali, a 96 Km. aguas arriba de Iquitos, el río recibe el nombre de Amazonas en el Perú y el de Solimoes en el Brasil, hasta Manaus, desde donde vuelve a llamarse Amazonas.

Con los datos aportados hasta ahora se deduce con bastante claridad, que ál Amazonas no puede considerársele únicamente como un río, sino que es más bien una inmensa cuenca —la mayor de la Tierra—, de 7.050.000 km2, que cubre aproximadamente un tercio de América meridional: comprende casi la mitad del Brasil y partes importantes de otros ocho países sudamericanos (Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia, Venezuela, las dos Guayanas y Surinam).

A esta singular circunstancia habría que añadir dos hechos que contribuyen; definitivamente, a situar la realidad del complejo amazónico.

El primero es su ubicación a caballo de la línea del ecuador, determinante de un clima ecuatorial y tropical, con lo que ello supone de abundancia de lluvias y de altas temperaturas.

El segundo es la configuración de esa cuenca como el fondo casi totalmente plano de una gran olla  estanque, delimitado al oeste por los Andes al norte por las serranías de Guyana y al sui por la zona del Mato Grosso brasileño.

Para hacerse una idea cabal del ínfimo desnivel existente en esta inmensidad hay que tener en cuenta que el fondo de la llanura amazónica en ningún momento se eleva más de 260 metros sobre el nivel del mar y que al penetrar en Brasil el río se encuentra tan sólo a 82 metros sobre las aguas del Atlántico; ¡y aún le quedan 3.160 Km. por recorrer!

La magnitud de las lluvias, a veces incluso con valores superiores a 4.000 milímetros anuales y casi siempre por encima de los 1.500 milímetros, hace que sus más de 1.100 afluentes desagüen en el cauce principal tal volumen de agua que puede afirmarse que la cuenca amazónica contiene en todo momento unas dos terceras partes del agua fluvial de todo el mundo.

Por otra parte, la horizontalidad del fondo de la cuenca obliga al Amazonas a que fluya muy lentamente, formando un amplio cauce (en su confluencia con el río Negro adquiere una amplitud media de 5 Km. y a 1.600 Km. de su desembocadura alcanza, en ciertos lugares, los 11 Km. de anchura) que todos los años, en la época de las lluvias, se desborda e inunda amplias zonas de la selva.

Grandes extensiones de agua quedan así estancadas entre las levísimas ondulaciones del terreno, formando lagos o «varzeas».

FLORA DE LA SELVA AMAZÓNICA:

Otros fenómenos que también se deben al escaso desnivel son las zonas pantanosas de las orillas del bajo Amazonas y los efectos de las mareas incluso apreciables hasta unos 800 Km. tierra adentro.

Estos suelos casi siempre cubiertos de agua y las altas temperaturas ecuatoriales dan, como puede suponerse, unos elevadísimos índices de humedad.

En este ambiente, de auténtico invernadero, la cuenca se halla cubierta en todo tiempo de una vegetación lujuriante, ya que sólo existen dos estaciones pluviométricas, húmeda y seca, que casi no se diferencian, en el alto Amazonas, entre aquel calor húmedo y constante.

Pero, contra el tópico que han extendido tantos libros y películas, la selva amazónica no es tan sólo una extensión de enmarañada maleza en la que acechan animales fantásticos y peligrosos.

Es más bien un lugar limpio y en grata penumbra, con espacios amplios y senderos bien trazados que casi hacen que el lugar se parezca a un parque.

La causa de tan sorprendente estado de cosas está en la peculiar estructura vertical del bosque amazónico, que no permite que los rayos solares lleguen al suelo.

Dicha estructura consta de cinco pisos, el último de los cuales está formado por los árboles más altos (unos 40 m), cuyas copas, abiertas y aireadas, aparecen bastante separadas entre sí.

El cuarto piso está constituido por árboles de mediano tamaño y también situados a considerable distancia unos de otros.

En el tercero, la vegetación se cierra e impide la penetración solar a niveles inferiores.

Consta de árboles muy apiñados que alcanzan hasta los diez metros de altura.

Los dos niveles más próximos al suelo los componen arbustos y matorrales, y hierbas, helechos y renuevos.

Algo que llama poderosamente la atención es la uniformidad que se aprecia en la selva amazónica.

Es difícil para el profano distinguir unas especies de otras y, sin embargo, la inmutabilidad de las condiciones ambientales, durante miles de años, ha desarrollado una extraordinaria cantidad de especies vegetales adaptadas a todos los lugares imaginables, aunque los individuos de una misma especie se hallan muy distanciados entre sí. Participando y aprovechándose de la citada estructura vertical se encuentran por todas partes las conocidas lianas, adaptadas a las condiciones de vida más dispares.

Sin perder el tiempo en construir su propio soporte, las lianas, flexibles como cuerdas, crecen y se estiran en busca del sol, retorciéndose y apoyándose en los árboles.

Las hay que alcanzan 200 metros de longitud y se extienden de tal manera que, a veces, dan la impresión de sujetar y sostener a los demás árboles en vez de apoyarse en ellos.

También abundan en todos los niveles las plantas epifitas, o sea, las que crecen sobre otras plantas para estar en mejores condiciones de recibir la luz solar.

Muchas de ellas ejercen funciones importantes en la selva, como conservar agua y alimentos (hojas muertas e insectos) después de una tormenta.

Entre las epifitas más conocidas se encuentran algunas orquídeas, esas flores tan apreciadas y que en Colombia están consideradas como la flor nacional.

Pero no debemos olvidar que la Amazonia es también un universo anfibio, que obliga a las plantas a adaptarse a él para sobrevivir.

A lo largo de las cenagosas orillas de los ríos, las raíces de los árboles se elevan como zancos formando intrincados manglares.

Otras plantas, como el helecho acuático, flotan en el agua, nutriéndose a través de las hojas, o se instalan en las ramas, como las epifitas ya citadas.

El hecho de que la cuenca amazónica se comporte como un invernadero y goce por ello de una cubierta vegetal siempre verde, hizo creer a los primeros europeos que en ella se adentraron que se hallaban ante un mundo de riquezas inagotables, en el que encontrarían todo lo necesario para vivir.

Pero paradójicamente no es así, como lo demuestran el hambre y las penalidades sufridas por los, exploradores de todos los tiempos, la siempre escasa población autóctona amazónica y los pobres resultados obtenidos en la explotación agrícola y ganadera.

La explicación de este aparente contrasentido es sencilla.

La Amazonia es un terreno antiquísimo que ha permanecido inamovible durante decenas de millones de años, pues por estar situada en una zona ecuatorial no sufrió los efectos de las glaciaciones.

Durante todo este tiempo, las fuertes y abundantes lluvias han tenido ocasión de disolver los minerales, lavar el suelo y empobrecerlo.

Sirvan como ejemplo los sistemas de cultivo empleados por los indígenas, que abren pequeños claros o calveros en la selva mediante la tala y quema de la vegetación.

Las cenizas aportan sustancias minerales suficientes para dos o tres cosechas, pero luego la tierra queda agotada y, en consecuencia, es abandonada.

No obstante, puede argúirse que los cursos lentos de los ríos y las inundaciones periódicas aportan buenas tierras y abundantes minerales en suspensión. Y así sucede en el caso de los ríos llamados blancos (excepto el Branco) por sus aguas blanco-amarillentas cargadas de lodo y de productos nutritivos. Estos son los que riegan la zona oeste de la cuenca y nacen en los Andes, como el Ucayali y el mismo Amazonas.

Por el contrario, los llamados negros (el Negro y sus afluentes) y los de aguas azul-verdosas (el Tapajoz y el Xingú) o verdosas carecen casi por completo de materiales en suspensión.

Son los que atraviesan las serranías que separan Brasil de Venezuela o proceden de las zonas montañosas del sur brasileño o de las sierras de Guayana.

La razón de ello hay que buscarla en la diferente antigüedad y, por lo tanto, en la distinta geología, de los Andes, relativamente jóvenes, comparados con las demás formaciones rocosas que bordean la cuenca amazónica, tan antiguas y duras que los ríos las pulverizan muy despacio.

Las únicas tierras fértiles de la Amazonia, salvo las zonas de sedimentos marinos de las márgenes del valle inferior, son, pues, las “varzeas” que flanquean los ríos blancos en una extensión de 10 a 100 km.

Ahora bien, si las tierras amazónicas sufren una erosión tan intensa hasta el punto de que el suelo es pobre, sin minerales y con poquísimas bacterias.

¿cómo es posible que crezca en ellas una vegetación tan exuberante?

Simplemente porque el ciclo alimentario completo de la misma no tiene en cuenta las condiciones del suelo, sino que se realiza sobre él.

Parece que la respuesta se halla en la masa de moho que cubre la corteza de los árboles y en los hongos que, asociados a las raíces, trasladan a éstas los nutrientes minerales de las hojas muertas que caen al suelo y de la madera en putrefacción.

También los insectos, especialmente las hormigas, que entierran los restos orgánicos que encuentran, las bacterias y los gusanos cumplen un papel importante en la nutrición de las plantas.

LA FAUNA DE LA SELVA AMAZÓNICA:

En cuanto a la fauna, tampoco responde, como ya hemos dicho, al tópico establecido para la selva. Apenas si existen animales grandes, pues la escasez de vegetación a nivel del suelo no permite la presencia de muchos herbívoros, lo que repercute en la falta de carnívoros, aunque ésta no sea total.

Pues existen depredadores amazónicos, entre ellos el jaguar, pequeños félidos como el ocelote, el jaguarundi y el tigrillo, omnívoros como el kinkajú o poto, y las conocidas y mitificadas anacondas y boas constrictoras, que suelen mantenerse sumergidas en el agua o cerca de ella.

También viven algunos mamíferos herbívoros, como el venadillo o mazama, el tapir, el pécari, y roedores gigantes de costumbres más o menos anfibias, como la capibara, las pacas comunes y los coipús.

El mundo de los insectívoros terrestres está representado por dos grandes especies: el oso hormiguero gigante y el tamandúa.

Este, con su cola prensil, se desenvuelve perfectamente en el medio arborícola.

Resguardados por el alto follaje viven muchas clases de monos y otros animales de cola prensil, como el perezoso tridáctilo, el poto, el puerco espín, el yapok marsupial, etc., y, por supuesto, miles de especies de pájaros de los más vistosos colores.

A esta intensa vida aérea corresponde igualmente el variado y multiforme mundo de los insectos, innumerables y de todas clases, desde las grandes mariposas hasta los diminutos mosquitos, pasando por los gigantescos escarabajos, las coloreadas orugas, arañas y múltiples clases de hormigas y moscas.

Tan rica como la fauna arborícola resulta la acuática que vive dentro del sistema hidrográfico del Amazonas, pues son mas de 1.500 las especies de peces, en gran parte marinas que se han adaptado a vivir en agua dulce.

De todas ellas, las más conocidas son: la anguila eléctrica, que caza a sus presas inmovilizándolas con una fuerte descarga; el piracurú o arapaima, el mayor pez de la cuenca (puede pesar .hasta más de 100 Kg.) y principal alimento humano de la Amazonia; la raya de agua dulce; los peces gato, como el candirus, de sólo 2 cm. de longitud, parásito de otros peces e incluso del hombre al introducirse por los orificios naturales y permanecer en ellos gracias a las púas de su cabeza, que hacen el oficio de anzuelo, y la temida y voraz piraña, protagonista de algunos terribles relatos que le han adjudicado el nombre de pez asesino, aunque la verdad es que no suele atacar a hombres o a animales si no es azuzada por el olor de la sangre y si se encuentra además en grandes manadas.

También al medio acuático pertenecen ciertos mamíferos, como algunos delfines y los manatíes o sirenas, estos últimos en peligro de extinción por ser objeto de una caza indiscriminada, y asimismo reptiles, como las tortugas y los caimanes, considerados también como grandes depredadores.

Pero en la Amazonia hay seres humanos; y a pesar de que los hemos relegado al último lugar, después de hablar de la flora y de la fauna, esos seres, aunque en minoría, merecen la mayor atención.

LOS ABORÍGENES EN LA SELVA AMAZONICA:

Es imposible conocer el número de indios que poblaban la cuenca a la llegada de los conquistadores españoles y portugueses.

Pero es seguro que ya entonces no serían muchos, dadas las precarias condiciones de vida y las pocas posibilidades que para la alimentación ofrecía la selva.

Cada aldea, de unas 100 personas más o menos, necesitaba grandes extensiones para sobrevivir, produciéndose continuas guerras entre vecinos que mantenían la población en límites aceptables.

 Pero la llegada de los conquistadores introdujo un nuevo factor de desequilibrio: el de las enfermedades desconocidas, ante las cuales los indios mostraron una especial sensibilidad.

La consecuencia fue que tribus enteras quedaron diezmadas.

A esta causa principal habría que añadir la del impacto de la civilización al desarraigar a las tribus indígenas de sus modos de vida tradicionales. Igualmente hay que hacer constar las muertes violentas producidas en los diversos intentos de colonización, sobre todo las causadas, desde comienzos del siglo XX, por los “seringueros”, los recogedores de látex para la producción de caucho, y después por los “garimpeiros” o buscadores de oro y diamantes.

La última fase en este declinar de la población indígena se está produciendo con la construcción de la carretera transamazónica, destinada a unir las costas atlánticas con la frontera peruana a lo largo de 5.400 Km. a través de la selva.

En vista de todo ello, el gobierno brasileño creó la Fundación Nacional de Indio (FUNAI), a fin de velar por sus derechos pero en la práctica esta institución ha resultado inoperante.

Sólo el clamor y la protestas de mucha gente y el quehace inçesante y abnegado de los hermanos Villa Boas consiguió, en 1961, que se crease el Parque Nacional Xingú, en el estado de Mato Grosso, donde se refugiaron alguna tribus en peligro de extinción.

Hoy se estima que en los siete millones de kilómetros cuadrados de la cuenca amazónica hay todavía alrededor de 100.000 indios divididos en unas 150 tribus que se reparten en poblados de unos 60 habitantes.

Mantienen los modos de vida tradicionales, viviendo en «malocas» o chozas, dispuestas ex círculo, que cobijan a tres o cuatro familias y dedicándose a la pesca, a la caza y a cultivó de la mandioca y, en menor medida al del maíz y tabaco.

Entre las tribus amazónicas más conocidas se encuentran los jíbaros de los contra fuertes andinos del Ecuador y Perú; los yanomanos de la vertiente norte de la cuenca, entre Venezuela y Brasil; los amahuacas de las regiones peruanas y brasileñas, entre los ríos Ucayali y Purúa; lcexikrin del sureste de la Amazonia; los xingis del parque del mismo nombre, etc.

De todos ellos, los jíbaros, famosos por su costumbre de reducir las cabezas de sus enemigos muertos, son los más numerosos.

El hombre blanco, con sus intentos de colonización, se hace presente en algunas pocas poblaciones asentadas a lo largo del curso principal del Amazonas y que son núcleos para la comercialización de los productos de la selva y una especie de avanzadillas de la civilización.

Santarém, en la desembocadura del Tapajoz, Manaus, en la del Negro, e Iquitos, poco después de la confluencia del Marañón y el Ucayali, son los únicos centros que merecen el calificativo de ciudades.

Su comunicación con el mundo exterior sólo es posible por el aire o por el río.

El porvenir de esta inmensa cuenca amazónica, uno de los pocos lugares de nuestro planeta que todavía encierra secretos para el hombre, aparece aún rodeada de muchos interrogantes.

La ya citada carretera transa masónica, pese al mal que está haciendo a la población autóctona, ayudará a despejarlos en parte.

No es probable que ayude a fomentar la agricultura o la ganadería, pues, como ya hemos dicho, la fertilidad de esta selva es consecuencia de su clima y no de la tierra.

Pero quizás permita llegar a determinados lugares hasta ahora inaccesibles en cuyo subsuelo es posible que existan grandes riquezas minerales.

Pero ¿valdrá la pena hacer todo eso?.

Significará también mucha destrucción. Y el hombre, ese gran creador de bellezas y de maravillas artísticas, tiene asimismo el deber de salvaguardar as maravillas naturales.

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Ampliación del Tema:

Siempre fuera del alcance: Más mito que realidad, las amazonas son mencionadas por Hornero —su reina se había aliado con Troya y ayudado a destruir al gran héroe griego Aquiles—, pero fueron siempre escurridizas.

A medida que los griegos exploraron los territorios que había a su alrededor, la supuesta tierra de las amazonas retrocedió más allá del mundo conocido.

Los arqueólogos e historiadores creen ahora que los sármatas, quienes llevaban una dura vida en lo que hoy es Polonia, quizás inspiraron las historias griegas de valientes guerreras, pues las mujeres sí peleaban en los ejércitos sármatas y se las enterraba con sus armas.

Un grupo de amazonas de verdad fue el ejército femenino de Dahomey (hoy Benín) en África occidental.

A mediados del siglo XIX, Gezo, soberano de Dahomey, ordenó que a cierta edad (se cree que a los 18 años) las jóvenes del reino se presentaran para su posible reclutamiento en el ejército.

Las que tenían físico adecuado pasaban por un riguroso curso de entrenamiento.

La prueba más difícil era cruzar desnudas una barrera de cinco metros de espinas y un foso de madera ardiente.

El rey Gezo constituyó esta fuerza femenina especial por una simple razón, que resultaría irritante para la opinión moderna: las mujeres no conocían la independencia y, por lo tanto, siempre obedecían órdenes.

Además fueron incluidas oficialmente entre las esposas del rey, para protegerlas de las atenciones de otros hombres.

Pero no era ése el único motivo.

Dahomey siempre había tenido guerreras, y el soberano advirtió que peleaban por más tiempo y con mayor fuerza que la mayoría de los soldados varones de su ejército.

Su mayor triunfo bélico fue también el último.

En 1851, Gezo atacó a sus rivales, los egba, en Abeokuta.

En cierto momento, una división de unos pocos cientos de mujeres derrotó a 3.000 guerreros egbas. Pero después, superadas en proporción de más de 15 a 1, se enfrentaron a otra fuerza de defensores, quienes tuvieron que gatear sobre sus propios muertos antes de poder vencer a estas formidables mujeres.

El conflicto final:

En total, casi 5.000 "amazonas" murieron en la batalla. Aunque las pérdidas del enemigo fueron cinco veces mayores, el cuerpo militar femenino disminuyó drásticamente y comenzó a decaer en importancia.

Esto se vio acelerado por el resentimiento de los hombres de Dahomey, a quienes se les prohibía casarse con las mejores mujeres del país hasta que éstas dejaban el ejército a los 35 años.

Las amazonas aparecieron por última vez en el campo de batalla durante la guerra de los bóers, en Sudáfrica, a comienzos de siglo.

Una unión de mujeres, llamada Amazonas Bóer, peleó codo a codo con los varones contra el ejército británico de 1899 a 1902, con mayor eficacia en acciones guerrilleras.

Desde entonces, el nombre tradicional de "amazonas" para las mujeres combatientes, aunque no su valentía, ha desaparecido de la historia militar.

Fuente Consultada: Maravillas del Mundo de Luis Azlún

Ver: Flora y Fauna de América - Animales y Plantas Que Habitan América


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