|
Supongamos que tiene un
papel del tamaño de una hoja de periódico y con un espesor de 0,1 mm., o
sea 1 décima de milímetro, propia del fino papel Biblia. ¿Cuántas veces
cree que podrá doblarlo por la mitad? ¿Cinco, diez,
veinte?,...inténtelo. ¿Ha logrado hacer el décimo pliegue? Felicidades,
es usted un fortachón, porque ha conseguido doblar un grosor de papel de
10,24 cm, más ancho que el lomo de cualquier enciclopedia.

Cada vez que doblamos el papel por la mitad, duplicamos su grosor en
progresión geométrica. Imagínese llegar al vigésimo pliegue,
significaría que había conseguido una doblez de 104,86 m de altura.
Un elemento para la
reflexión: cada vez que doblamos el papel es más evidente que pasamos de
una situación en la que empezamos con un objeto plano, prácticamente de
sólo dos dimensiones (anchura x longitud), a un objeto en tres
dimensiones. O sea, que sin modificar el material, hemos alterado,
mediante la simple duplicación, su representación en el espacio; en
definitiva, un modo diferente de ver el mismo objeto.
Imagine un cubo de 1 cm.
de lado, su volumen será: 1 x 1 x 1= 1cm3, ahora duplique el lado, osea
vale 2, entonces ¿cuánto valdrá ahora el volumen?. Calculando es 2 x 2 x
2 = 8 cm3, es decir, que duplicando el lado de un cubo su volumen se
octuplica. Muchas veces vemos una botella no mas grande que otra de
medio litro, y resulta que su volumen es 2 litros, bien es consecuencia
de los que acabamos de comprobar.
Respecto al doblado de un
papel , el divulgador
científico Leonardo Moledo, dice:
"....Es difícil imaginarse con
qué pasmosa velocidad
aumentaría el espesor de papel silo siguiéramos doblando y doblando: con
sólo 20 dobleces llegaría a tener cincuenta metros. Pero eso no es nada:
con 28 dobleces superaría los 8800 metros de altura del monte Everest y
con 38 dobleces los doce mil kilómetros que mide el diámetro de la Tierra.
Y eso tampoco es nada: si seguimos doblando el papel, después de 43
dobleces el espesor superaría los 380 mil kilómetros que nos separan de la
Luna, y después de 52 dobleces, los ciento cincuenta millones de
kilómetros que nos separan del Sol.
Pero aun así, no estamos
más que al principio: después de haberlo doblado 58 veces, el espesor del
papel será superior al ancho del sistema solar (que es aproximadamente
doce mil millones de kilómetros) y con 70 dobleces llegaría más allá de
Alfa Centauro, que es la estrella más cercana a la Tierra y que se
encuentra a 4 años luz (un año luz, la distancia que la luz recorre en un
año, equivale a diez millones de millones de kilómetros). Con 86 dobleces
el papel sería más ancho que nuestra galaxia y con 90 dobleces alcanzaría
Andrómeda, la galaxia más cercana a la Tierra y que se encuentra a dos
millones de años luz. Con 100 dobleces, se encontraría a mitad de camino
de los objetos más lejanos observados en el universo, a diez mil millones
de años luz, y con un doblez más, sería más ancho que todo el universo
conocido.
Estos sorprendentes
resultados se deben al rápido crecimiento de las progresiones geométricas
(1, 2, 4, 8, 16, 32, etc.), que
aumentan a una velocidad pasmosa y anti-intuitiva: hay una leyenda que vincula este fenómeno al origen del
ajedrez. Según esta leyenda, cuando Sissa, el inventor hindú del gran
juego, se lo presentó al rey y éste le preguntó qué quería como
recompensa, Sissa pidió “algo muy simple: un grano de trigo en la primera
casilla, dos en la segunda, cuatro en la tercera, ocho en la cuarta y así
siguiendo hasta completar el tablero”. El rey se asombró por la modestia
de Sissa, accedió inmediatamente, ordenó que trajeran un poco de trigo y
se empezara a llenar las casillas."
Explicación de
la Leyenda del juego de ajedrez
No se ha podido determinar el origen del juego de ajedrez. Se sabe que
fue introducido en Occidente por los árabes, quienes lo habían aprendido
de los persas. El califa Harún al-Rashid le regaló uno de marfil a
Carlomagno. Ideado por un pueblo guerrero, dio pie a la anécdota que
sigue.
Se atribuye su invención al brahmán hindú
Sissan ben Daher, que presentó el juego al rey Shirham. Éste,
embelesado, quiso compensar al brahmán y le pidió que formulara un
deseo. Sissan le respondió que le bastaría con un grano de trigo para la
primera casilla, 2 granos para la segunda casilla, 4 granos para la
tercera y así sucesivamente, doblando la cantidad hasta la casilla 64
del tablero. Al monarca le sorprendió la modestia de semejante petición
y dio la orden de satisfacerla. «Imposible —le respondió su ministro
tras haber efectuado los cálculos correspondientes— ¡habría que sembrar
toda la Tierra de trigo y esperar la cosecha de varios años!»
El soberano ignoraba el alcance de una
progresión geométrica de razón 2 hasta 263: colocando en la
la 1° casilla 1 grano de trigo; en la 2° casilla 2 granos (21),
en la 3° casilla 4 granos (22), en la 4° casilla 8 granos (23),
en la 5° casilla 16 (24) granos, y al hasta la casilla 64°,
donde habría que colocar 263 granos. Este total
representaría:
263
= 18.446.744.073.709.551.614 granos, lo que equivale a unos
9.557.898.400.000 m3 de trigo.
Si hubiera que almacenar toda esta
cantidad de trigo, haría falta un silo de 5 m de altura, 8 m de ancho y
238.947.460 Km. de largo. Una alternativa sería ir suministrando al
audaz inventor del juego la cosecha entera de todo el mundo durante más
de 5.000 años.
Los llamados «juegos en cadena» se basan
en el mismo principio y son simples engañabobos. Utilizados como
sistemas de venta, conocidos también como «la pirámide», han sido
prohibidos en varios países por tratarse de un timo.
Consisten en ofrecer al público una
mercancía a un precio muy módico para conseguir el reembolso y un
beneficio sustancial a base de colocar bonos a 4, 6 u 8 nuevos clientes
llamados «ahijados». La interrupción de la cadena es inevitable: en el
escalón 13 de 6 nuevos ahijados, habría más poseedores de bonos
(13.060.694.016) que habitantes en la Tierra.
Arte Japonés: Figuras Con Papel Plegado |