Qué es la civilización? Historia de los Primeros Grandes Imperios

¿Qué es la civilización? Grandes Imperios

Los primeros estados del mundo surgieron en un espacio geográfico denominado Cercano Oriente, durante el tercer milenio antes de Cristo.

Esos estados se organizaron alrededor de los grandes ríos de la región: el Nilo, en Egipto, y los ríos Tigris y Eúfrates, en la Mesopotamia.

En un principio, la mayoría de los estados del antiguo Cercano Oriente dominaban territorios muy reducidos, por lo general, una ciudad.

La necesidad de extender las actividades económicas y de obtener recursos adicionales llevó a la formación de los reinos, unidades políticas más amplias.

Con el tiempo, algunos reinos conquistaron a otros e incorporaron a su dominio poblaciones de diferentes orígenes y culturas.

Así se formaron los imperios.

Reinos e imperios desarrollaron una notable habilidad para construir palacios, templos, diques y canales de riego.

También crearon complejos sistemas administrativos para controlar inmensas extensiones de territorio, vastas poblaciones y grandes ejércitos.

Por estos motivos, es razonable pensar que sus gobernantes debieron establecer un conjunto de normas para organizar la vida social, y dentro de ella, las actividades específicamente económicas.

Conocemos algunas de esas normas gracias a los códigos de leyes que se compilaron en los reinos e imperios del antiguo Cercano Oriente.

De esos códigos, el primero donde aparecen referencias económicas es el que se compiló durante el gobierno de Hammurabi (1792-1750 a.C.).

Este rey amorreo conquistó toda la Mesopotamia y fundó un poderoso reino, que conocemos con el nombre de Primer Reino Babilónico.

CIVILIZACIÓN:

Conviene aclarar el concepto de «civilización» desde el principio, porque aunque este término se utiliza con mucha frecuencia, no resulta fácil definirlo.

Los investigadores aún disienten sobre cuándo debe considerarse «civilizada» a una sociedad concreta.

Sin embargo, hay un punto en el que todos coinciden: la civilización es un estado «avanzado» o «desarrollado» de la sociedad, algo que ha llegado a una etapa superior en su evolución.

Quizá no podamos precisar hasta dónde ha tenido que avanzar una sociedad o cuánto ha tenido que desarrollarse para que la consideremos civilizada, pero al menos sí podemos asegurar que es muy distinta de cualquier otra que se denomine primitiva.

Algunos estudiosos han tratado de establecer datos precisos para determinar cuándo podemos empezar a hablar de civilización; unos dicen que aparece al mismo tiempo que la escritura.

Según otros, viene determinada por cierto tipo de tecnología, como las construcciones de piedra o ladrillo y el empleo de estos materiales para erigir grandes edificios, los monumentos, destinados a sobrevivir a quienes los construyeron y a cubrir algo más que sus necesidades cotidianas.

Y en opinión de otros investigadores que han estudiado estos temas se puede hablar de civilización cuando muchas personas —alfareros, constructores, herreros, joyeros— realizan un trabajo especializado y, por consiguiente, dependen para su sustento de otros especialistas, como agricultores y pescadores.

El problema de todos estos rasgos, y de muchos otros que se han apuntado, radica en que casi siempre se encuentra una sociedad que podríamos calificar de «civilizada» y que, sin embargo, carece de uno de estos factores.

Por tanto, quizá debamos decir que una civilización puede presentar muchas de estas características, pero que ninguna de ellas es absolutamente esencial. Ninguna civilización es sencilla.

En ella se entremezclan actividades de todo tipo que se realizan a un nivel mucho más elevado que en las sociedades primitivas.

La tecnología, por ejemplo, avanza con mucha mayor rapidez en las comunidades civilizadas.

Se alcanza la especialización y cooperación que requieren muchas actividades gracias a la existencia de una mayor riqueza, que se puede compartir entre más personas, y se producen más alimentos para mantener al gran número de trabajadores que no se dedican a la agricultura.

Naturalmente, ésta es la razón por la que la aparición de la agricultura supuso tal vez el cambio más importante de la historia humana hace sólo unos cuantos siglos, gracias a la cual surgió la civilización.

En primer lugar, al haber más alimentos, la población aumentaba.

Sólo podemos realizar cálculos aproximados, pero se cree que en el 4000 a.C. vivían en todo el mundo unos ochenta o noventa millones de personas.

En la actualidad, esta cifra no nos parece muy elevada, pues equivale aproximadamente a la mitad de la población de la Unión Soviética, pero es enorme si la comparamos con épocas anteriores.

Tardaría otros cuatro mil años en llegar a ciento treinta millones, un número tampoco excesivo para los valores modernos.

Sin embargo, representaba una tasa de crecimiento mucho mayor que la de tiempos anteriores.

Uno de los signos de civilización consiste en que aumenta el número de personas que vive en las ciudades, factor que también supone un cambio importante.

El término «civilización» lo refleja porque deriva del latín citis, que significa «ciudadano», es decir, el que habita en una ciudad.

Si las comparamos con las actuales, las primeras ciudades no eran muy grandes, y la mayoría de las personas no vivía en ellas, igual que ocurre hoy en día.

Sin embargo, la agrupación en mayor número de ciudades, en las que podían aprender los unos de los otros y ver cosas nuevas y desconocidas, facilitaba la civilización.

Cuando aparece una civilización, ésta ejerce una gran influencia sobre las personas.

Hemos de recordar que durante la mayor parte de la existencia de los seres humanos en la tierra, la inmensa mayoría no ha tenido prácticamente elección sobre ningún asunto importante.

En un principio (y aún ocurre en ciertas zonas del mundo), la geografía y el clima encorsetaban la vida humana dentro de unos moldes muy rígidos.

Cuando aparecieron la agricultura y la civilización, se presentaron más oportunidades de elección para mayor número de personas.

Aun así, los jóvenes no tuvieron opción a decidir lo que harían cuando fueran adultos durante la mayor parte de la historia de la humanidad. Si bien la civilización liberó a los hombres en ciertos aspectos, también les impuso otras restricciones.

Gracias a ella resultaba más fácil desarrollar técnicas y medios para realizar determinadas actividades que les otorgaban poder sobre la naturaleza, pero la civilización también reforzaba las tradiciones.

La mayoría de ellas se perpetuaron durante varios siglos, tiempo más que suficiente para que, se afianzaran firmemente las formas de pensamiento y comportamiento y para que no pudieran cambiarse fácilmente.

Incluso hoy en día resulta difícil comprender la forma de pensar de los pueblos con tradiciones diferentes a las nuestras.

Una civilización es una cultura compleja en la que un gran numero de personas comparte diversos elementos comunes. Los historiadores han identificado algunas características básicas de la civilización, la mayor parte de las cuales es evidente en las civilizaciones de Mesopotamia y Egipto.

Éstas incluyen:

1) revolución urbana (las ciudades se convierten en los puntos focales del desarrollo político, económico, social, cultural y religioso.

2) estructura religiosa característica (los dioses se consideran cruciales para el éxito de la comunidad, y las clases sacerdotales profesionales —como administradoras de la propiedad de los dioses— regulan las relaciones con los dioses.

3) nuevas estructuras políticas y militares (surge una burocracia gubernamental organizada para satisfacer las demandas administrativas de la creciente población, en tanto que los ejércitos se organizan para adquirir dominios y poder)

4) una nueva estructura social basada en el poder económico (al lado de los reyes y la clase superior de los sacerdotes, de los líderes políticos y militares —que ejercen el dominio—, existe también un gran contingente de hombres libres —agricultores y artesanos— y de esclavos ubicados en la última escala social)

5) el desarrollo de la escritura (reyes, sacerdotes, mercaderes y artesanos utilizan la escritura para llevar registros)

6) nuevas formas de significativa actividad artística e intelectual (las estructuras arquitectónicas monumentales —a menudo religiosas— ocupan un lugar prominente en los ambientes urbanos.

Fuentes: Historia Universal Ilustrada Tomo I - Wikipedia - Artehistoria


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