Visión de los extranjeros a Argentina en el Centenario de 1910

Como veían los extranjeros a la Argentina en 1910: Centenario de la Revolución Argentina en 1910 george clemenceau

Comentarios de George Clemenceau cuando
visitó Argentina para su Centenario en 1910.

Los descontentos según Clemenceau, la pujanza exagerada del puerto era la causa del descontento y la agitación:

«La mayor parte de los emigrantes se asentaban a destiempo en Buenos Aires, cuya población aumenta así fuera de toda proporción con el desarrollo de la colonización en el conjunto del territorio argentino.

Esta masa obrera, que por necesidad es muy accesible a los impulsos del espíritu europeo, parece ofrecer un vasto campo de acción a la propaganda revolucionaria.

Anarquistas y socialistas propiamente dichos no economizan ningún esfuerzo para hacer sus conquistas en estos elementos».

Con ironía, el francés nos dice que también en este terreno la emulación ha sido exitosa, ya que «violencias de palabra y de hecho han dado a ciertas huelgas un aspecto verdaderamente europeo».

Sin embargo, las protestas no se justifican, puesto que «en un país donde el ofrecimiento de trabajo es constante, no parece que una agitación (...) pueda reaccionar de aquí a tiempos indeterminados en notables partes del territorio».

No obstante Clemenceau estaba en Buenos Aires cuando se produjo un grave atentado:

«En el mes de junio último (...)

fue lanzada una bomba por un desconocido en el teatro Colón, y cayó en medio de las butacas, donde hirió más o menos gravemente a un gran número de personas (...)En tal lugar, se imagina lo que pudo ser la catástrofe de una bomba. Todo cuanto se dijera es poco. Un alto funcionario me ha dicho que jamás había visto tales charcos de sangre.

Se recogió a los heridos como se pudo, la sala se vació entre gritos de furor, y reparados los desperfectos al día siguiente, ni una sola señora faltó a la representación aquella noche».

Clemenceau aprovecha para hacer un cumplido a los anfitriones:

«Este es un bello rasgo de carácter que hace honor particularmente al elemento femenino de la nación argentina. No tengo completa seguridad de que en París, en un caso igual, se hubiera llenado la sala».

Este hecho justificaba las medidas de represión establecidas por el gobierno aunque, como dijimos, en realidad ya estaban en vigencia: «Se explicará sin embargo que la cólera se demostrase por el voto de una ley terriblemente represiva, que fue inmediatamente dirigida contra todas las agrupaciones sospechosas (...)

Se instituyó una especie de estado de sitio, que duraba aún en el momento de mi partida, que investía al gobierno de poderes extraordinarios, del que no hizo uso sino contra las organizaciones presuntamente anarquistas».

Según pudo comprobar, la repercusión de estos incidentes había sido más bien escasa. Los festejos seguían y «ni los atentados anarquistas, ni la ley de represión eran objetos de conversación.

Varias veces he provocado la conversación sobre la materia, pero se me ha respondido siempre que esta era una cuestión de fuerza pública, que el gobierno tenía medios para obrar, que obraría, y que, si reclamaba otros poderes, nadie se los negaría».


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