Ciudad de Esperanza:Fundacion de la Primera Colonia Agricola

Ciudad de Esperanza Fundación de la Primera Colonia Agrícola

CRÓNICA DE LA ÉPOCA
Fuente: El Bicentenario Fasc. N° 3 Período 1850-1869
Nota del Historiador Julio Djenderedjian
1856:SE FUNDÓ LA PRIMERA COLONIA AGRÍCOLA

El 8 de septiembre quedó oficialmente fundada la colonia Esperanza, que ya es llamada la primera colonia agrícola del país, aun cuando haya habido otras antes. Lo cierto es que su fundador, el conocido estanciero y terrateniente Aarón Castellanos, ha debido hacer frente a situaciones de lo más complicadas, pero nada raras entre nosotros.

Imagen de la Plaza San Martín de Esperanza

Hace ya tres años que propuso al gobierno de la provincia de Santa Fe la creación de varias colonias con inmigrantes extranjeros, algo novedoso, sumamente arriesgado y costoso en este país, donde ya hubo varios intentos fracasados. Ocurre que aquí estas cosas no cuentan de ningún modo con éxito asegurado, como sí ha sido en el Brasil, donde la corona imperial impulsó sostenidamente esos emprendimientos, o en Chile, donde contaron también con iniciativa, protección, control y sostén gubernamental. Aquí, por el contrario, el empresario Castellanos presentó por su cuenta al gobierno el emprendimiento como cosa propia, encargándose él de todo, y pidiendo sólo una mínima contraparte.

La sustancia del proyecto era traer mil familias de inmigrantes, haciéndose cargo Castellanos de la convocatoria en Europa, el transporte desde allí hasta Santa Fe, la entrega de herramientas agrícolas y fondos, y debiendo el gobierno santafesino solamente dar a cada familia treinta y tres hectáreas de tierras en la frontera, que son hoy de ningún valor, y vacas y bueyes a las que fundaran la primera colonia. Además, el valor de esos bienes sería reembolsado al gobierno por Castellanos a los dos años de instalarse.

El contrato con la provincia era conveniente que lo refrendara también el gobierno nacional, a fin de demostrar a los potenciales migrantes que no serían defraudados por las disputas políticas. No faltó quien pusiera el grito en el cielo: ¿cómo se les iba a dar tantas cosas a extranjeros? ¿Cómo iba el gobierno a gastar eso si no había para pagar los sueldos de los empleados públicos? Así y todo, Castellanos logró la firma del contrato, y se fue a Europa a reclutar inmigrantes.

Allí la cosa no fue menos difícil. Las agencias de emigración europeas, que tienen contratos suculentos con Estados Unidos, Canadá o Australia, vieron la competencia del señor Castellanos como una amenaza, y difundieron por todas partes noticias alarmantes para desalentar a los potenciales migrantes: que el desconocido país al que se los quería llevar era una selva húmeda y palúdica, o un desierto de arena incapaz de sostener cualquier cultivo; que los caudillos hacían la guerra permanentemente, y que las tropas saqueaban y mataban por doquier; que la corrupción era la única administración, y que apenas alguien acumulaba algún dinero había siempre pronto un funcionario dispuesto a confiscárselo.

Para ello no tenían que esforzarse mucho: bastaba simplemente recordar o reproducir las notas periodísticas de la época de Rosas, que hace sólo unos años terminó. Para ahorrar costos, Castellanos había pensado encarar la propaganda por sí mismo; pero con todos esos inconvenientes debió finalmente optar por una de esas agencias, y eligió a Beck y Herzog, lo que por fortuna resultó una excelente elección. De modo que, después de múltiples problemas, se formó finalmente un primer contingente de familias y se contrató el buque que habría de llevarlas.

En todo eso se fueron tres años. Aquí tres años son una eternidad: cuando volvió Castellanos con los inmigrantes, el gobernador Crespo, que lo había apoyado, ya no estaba más a cargo, y quien ocupaba ahora ese puesto, Cullen, se desentendió del tema. El gobierno nacional había repudiado el contrato. Incluso algún funcionario decía que "la aglomeración de extranjeros no conviene; se corre el riesgo de que se apoderen del país". Por supuesto, nada estaba preparado: ni las tierras mensuradas, ni las vacas, ni los ranchos.

Y los inmigrantes ya estaban en el puerto de Santa Fe. Desesperado, Castellanos expuso al nuevo gobernador la vergüenza internacional que significaría mandar de vuelta el barco; las ventajas de la inmigración, que introduciría técnicas de cultivo más racionales y un mejor aprovechamiento del espacio; que se poblarían las pampas hoy prácticamente vacías; que los hijos de esos colonos serían argentinos, y por tanto podrían ser reclutados para los ejércitos de los caudillos; exigió, suplicó, en fin, lo intentó todo. Por fin, logró que Cullen se decidiera a otorgar las tierras, y se comenzaron los preparativos con la ayuda de los mismos colonos y de algunos peones criollos e indios.

Así se llegó al día de hoy. No sabemos si esta colonia tendrá éxito, pero deseamos fervientemente que lo tenga. No sólo por las pobres familias de inmigrantes que la componen, sino por algo mucho más importante. Si estas colonias se multiplican, la tierra será poblada y trabajada, habrá nuevos pueblos, se ocuparán las pampas, se sub-dividirán las tierras. Y, sobre todo, dejaremos de comer pan hecho con harina importada, como hacemos hoy, y que tan caro nos cuesta.

Fuente: El Bicentenario Fasc. N° 3 Período 1850-1869
Nota del Historiador Julio Djenderedjian


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