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El poeta habría cursado durante unos seis años
Grammar school o escuela primaria, cuya materia básica era el latín. aunque
tuvo que ponerse a trabajar como aprendiz de carnicero, por la difícil situación
económica que atravesaba su padre. En 1582 contrae matrimonio con Anne
Hathaway, hija de un granjero, con la que tuvo una hija, Susanna, en 1583, y dos
mellizos -un niño, que murió a los 11 años de edad, y una niña- en 1585. Al
parecer, hubo de abandonar Stratford ya que le sorprendieron cazando
furtivamente en las propiedades del juez de paz de la ciudad. Entre las comedias de este periodo sobresale Sueño de una noche de verano (hacia 1595), una obra plagada de fantasía en la que se entremezclan varios hilos argumentales centrados respectivamente en dos parejas de nobles amantes, en un grupo de despreocupados cómicos y en una serie de personajes pertenecientes al reino de las hadas, entre los que se encuentran Puck, el rey Oberón y la reina Titania. En El mercader de Venecia (hacia 1596), por otro lado, se puede encontrar otra sutil evocación de atmósferas exóticas similar a la de la obra anterior. En ella aparecen retratadas las cualidades renacentistas de la amistad viril y el amor platónico que se oponen a la amarga falta de humanidad de un usurero llamado Shylock, cuyas desdichas terminan despertando la comprensión y la simpatía del público. El tipo de mujer de ingenio rápido, calidez y responsabilidad personificado en Portia reaparecería, más adelante, en las comedias alegres del segundo periodo, mientras que, por el contrario, la ingeniosa comedia Mucho ruido y pocas nueces (hacia 1599) deforma, según la opinión de muchos críticos, en el tratamiento un tanto insensible, a los personajes femeninos. Sin embargo, las comedias de madurez Como gustéis (hacia 1600) y Noche de Epifanía (hacia 1600) se caracterizan por su lirismo, su ambigüedad y por el atractivo de sus bellas, encantadoras e inteligentes heroínas. En Como gustéis, Shakespeare describe el contraste entre las refinadas costumbres de la corte isabelina y las de las áreas rurales del país de un modo rico y variado, aunque no excesivo, y construyó una compleja trama argumental basada en las relaciones entre la realidad y la ficción y entre los distintos personajes, trama que utilizó para comentar las distintas debilidades del género humano. En este sentido, Como gustéis se asemeja a Noche de Epifanía, en la cual el lado cómico del amor aparece ilustrado por las desventuras de dos parejas de amantes rodeadas de numerosos personajes secundarios que actúan como comparsas cómicos. Otra de las comedias de este segundo periodo, Las alegres casadas de Windsor (hacia 1599), es una farsa sobre la vida de la clase media en la cual reaparece el personaje de Falstaff como víctima cómica. Dos grandes tragedias, muy distintas entre sí por su naturaleza, marcan el comienzo y el final de este segundo periodo. Por un lado, Romeo y Julieta (hacia 1595) muy famosa por su poético tratamiento de los éxtasis amorosos juveniles, pone en escena el trágico destino de dos amantes, forjado por la enemistad de sus familias y por lo temperamental de sus propios caracteres. Por el otro, Julio César (hacia 1599) es una tragedia sobre la rivalidad política, muy intensa, aunque en menor medida que las tragedias posteriores. Hamlet (hacia 1601), su obra más universal, va más allá de las otras tragedias centradas en la venganza, pues retrata de un modo escalofriante la mezcla de gloria y sordidez que caracteriza la naturaleza humana. Hamlet siente que vive en un mundo de engaños y corrupción, sentimiento que le viene confirmado por el asesinato de su padre y la sensualidad desenfrenada de su madre. Estas revelaciones le conducen a un estado en el que los momentos de angustia e indecisión se atropellan con frenéticas actuaciones, situación cuyas profundas razones continúan hoy siendo motivo de distintas interpretaciones. Otelo, el moro de Venecia (hacia 1604) retrata el surgir y el expandirse de unos injustificados celos en el corazón del protagonista, un moro que es el general del ejército veneciano. El supuesto motivo de sus celos, su inocente esposa Desdémona, es utilizada por Yago, el lugarteniente de su marido, para destruir su carrera militar llevándole al borde de la locura. El rey Lear (hacia 1605), concebido en un tono más épico, describe las consecuencias de la irresponsabilidad y los errores de juicio de Lear, dominador de la antigua Bretaña, y de su consejero, el duque de Gloucester. El trágico final llega como resultado de entregar el poder al hijo malvado y no al bondadoso. Como contrapunto, la hija, Cordelia, pone de manifiesto un amor capaz de redimir el mal por el bien, pero ella muere en un final sobrecogedor. La idea de que el mal se destruye a sí mismo, sin embargo, se ve reforzada por el funesto destino de las hermanas de Cordelia y del oportunista hijo del duque de Gloucester. Antonio y Cleopatra (hacia 1606), otra de las grandes tragedias, se centra en otro tipo de amor, la pasión del general romano Marco Antonio por Cleopatra, reina de Egipto, glorificada por algunos de los versos más sensuales de toda la producción shakespeariana. Macbeth (hacia 1606), en cambio, describe el proceso de un hombre esencialmente bueno que, influido por otros y debido también a un defecto de su propia naturaleza, sucumbe a la ambición y llega hasta el asesinato. A lo largo de la obra, Macbeth, por obtener y, más tarde, retener el trono de Escocia, va perdiendo su humanidad hasta llegar al punto de cometer todo tipo de imperdonables actos. Otras tres obras de este periodo revelan la amargura contenida en estas tragedias, pues sus personajes no poseen categoría trágica ni grandeza alguna. Así, Troilo y Cressida (hacia 1602), la más efectista de sus obras, pone de manifiesto, de un modo muy clarificador, el abismo que extiende entre lo ideal y lo real, tanto en el terreno político como individual, mientras que en Coriolano (hacia 1608), otra tragedia ambientada en la antigüedad, el legendario héroe romano Cayo Marcio Coriolano aparece como un personaje incapaz de seducir a las masas o de dominarlas por la fuerza. Igualmente amargo, Timón de Atenas (hacia 1608) narra la historia de un personaje reducido a la misantropía por la ingratitud de sus sicofantes. Debido a la fluctuante calidad de su escritura, se ha avanzado la hipótesis de que esta obra fuera escrita en colaboración con otro dramaturgo, posiblemente Thomas Middleton. Las dos comedias de este periodo son también
algo oscuras. De hecho, se las ha llamado "las obras problemáticas",
pues no entran claramente en ninguna categoría, ni presentan desenlaces
demasiado inteligibles. A buen fin no hay mal principio (hacia 1602) y Medida
por medida (hacia 1604) tienen en común, además, el hecho de cuestionar la
moral oficial. Hacia el final de su carrera, el dramaturgo inglés creó
numerosas obras en las que, a través de la intervención de la magia, la
piedad, el arte o la gracia, sugiere con frecuencia la esperanza en la
existencia de una redención para el género humano. Estas obras están
escritas, por lo general, con una gravedad que las aleja de las comedias de los
periodos anteriores, pero suelen tener finales felices en forma de reuniones o
reconciliaciones. Estas tragicomedias basan parte de su atractivo en el carácter
exótico y alejado en el tiempo de los escenarios en los que se desarrollan, y
resultan mucho más simbólicas que cualquiera de las obras anteriores de su
autor. Para muchos críticos literarios, las tragicomedias shakespearianas
representan un giro de tuerca más en el desarrollo creativo del autor, aunque
otros opinan que se debieron sólo a cambios acaecidos en las modas teatrales de
la época. Dos obras finales, el drama histórico
EnriqueVIII (hacia 1613) y Los dos nobles caballeros (hacia 1613 y publicada en
1634), la historia de dos jóvenes caballeros enamorados de una dama, atribuidas
a Shakespeare, parecen ser más bien fruto de su colaboración con John
Fletcher. Hasta el siglo XVIII, Shakespeare fue
considerado únicamente como un genio difícil. Se han propuesto teorías según
las cuales sus obras fueron escritas por alguien de una educación superior, tal
vez por el estadista y filósofo sir Francis Bacon, o por el conde de
Southampton, protector del autor, o incluso por el dramaturgo Christopher
Marlowe, el cual, según la opinión de algunos estudiosos, no murió en una
reyerta de taberna, sino que huyó al continente, donde siguió escribiendo. A
pesar de la controvertida identidad de Shakespeare, sus obras fueron admiradas
ya en su tiempo por Ben Jonson y otros autores, que vieron en él una brillantez
destinada a perdurar en el tiempo; Jonson dijo que Shakespeare "no era de
una época, sino de todas las épocas". Del siglo XIX en adelante, sus
obras han recibido el reconocimiento que merecen en el mundo entero. Casi todas
sus obras continúan hoy representándose y son fuente de inspiración para
numerosos experimentos teatrales, pues comunican un profundo conocimiento de la
naturaleza humana, ejemplificado en la perfecta caracterización de sus variadísimos
personajes. Su habilidad en el uso del lenguaje poético y de los recursos dramáticos,
capaz de crear una unidad estética a partir de una multiplicidad de expresiones
y acciones, no tiene par dentro de la literatura universal. Autores teatrales
ingleses posteriores, como John Webster, Philip Masinger y John Ford tomaron
prestadas ideas de sus obras, y su influencia en los autores de la restauración,
en especial sobre John Dryden, William Congreve y Thomas Otway resulta más que
evidente. Por otro lado, en numerosos escritores de nuestro siglo, como Pinter,
Beckett y George Bernard Shaw se ven las huellas de Shakespeare. |