LA DEMOCRACIA DE MERCADO EN LOS
90:
En Argentina, a partir de 1985, un sector del justicialismo comenzó a
reorganizarse en lo que se llamó la “renovación peronista”. Este movimiento
impulsaba la democratización de las prácticas políticas del peronismo, la
actualización del programa partidario, y la preponderancia de los dirigentes
políticos por sobre los caudillos sindicales. La renovación Peronista actuó
inicialmente por fuera de las estructuras del justicialismo, para incorporarse
luego como su conducción. Estrategia que tuvo éxito y en las elecciones de 1987,
en las que se elegían gobernadores y legisladores, el Partido Justicialista
triunfó sobre la UCR.
La derrota del radicalismo se sumó
a los efectos del levantamiento militar de Semana Santa. Al mismo tiempo, los
rasgos más agudos de la transición democrática concluyeron en este lapso: el
fantasma del levantamiento militar fue controlado, aunque el conflicto se
resolvería años más tarde, y comenzaba a definirse una alternativa política al
gobierno radical. A partir de entonces, la crisis económica fue ocupando el
centro de las preocupaciones políticas.
En América Latina, la renovación
de los mandatos presidenciales en la segunda mitad de la década del 80 estuvo
caracterizada por campañas electorales marcadas por críticas a los planes
neoliberales de reforma de la sociedad y el Estado; denuncias al crecimiento de
la pobreza, intentos de privatización, etc. Así llegaron a la Presidencia Carlos
Andrés Pérez, en Venezuela (1988-1992); Jaime Paz Zamora, en Bolivia
(1989-1993); Carlos Menem, en Argentina (1989-1999); Color de Mello, en Brasil
(1990-1993) y Alberto Fujimori en Perú (1990- ). Una de las características en
común de los presidentes electos fue que, una vez que asumieron, tomaron como
propio el programa neoliberal que antes habían criticado. Tanto las
privatizaciones impulsadas (con mayor o menor éxito) como el manejo de los
fondos públicos, estuvieron acompañados por denuncias sobre corrupción. Los
casos más salientes fueron el del presidente brasileño, que se vio obligado a
abandonar el gobierno por ese motivo y el procesamiento por la Corte Suprema de
Justicia de Pérez en Venezuela.
Respecto al régimen político,
tendieron a concentrar el poder en el ejecutivo, limitando al legislativo e
incluso al judicial. El caso emblemático fue el de Alberto Fujimori que, en
1992, disolvió al Congreso, cerró el Poder Judicial, suspendió las garantías
constitucionales y modificó la Constitución para poder ser reelecto.
En esta situación se produjeron
explosiones sociales frente al aumento de la pobreza y de la desocupación, como
el Caracazo, en Venezuela o el Santiagueñazo, en Argentina. Se sucedieron luchas
callejeras espontáneas con saqueos a supermercados o apedreamiento de casas de
dirigentes políticos, que fueron reprimidas por los respectivos gobiernos. Pero
un crecimiento económico en los grupos de poder y en las capas altas de la
sociedad, en esta etapa y los planes de estabilidad permitieron ciertas
expectativas sobre las reformas realizadas y anunciadas.
Carlos Menem fue durante diez años
(1989-1999) el principal impulsor de la democracia de mercado de la Argentina.
Pese a provenir del movimiento justicialista, Menem encabezó una alianza con los
sectores tradicionales vinculados al liberalismo.
El gobierno de Menem colocó el
problema económico en centro de su acción. Para resolver la crisis
hiperinflacionaria (que volvió a agravarse a principios de 1990) sustituyó las
tradicionales políticas distributivas y estatistas del peronismo por un programa
de recorte del gasto público, que incluía la privatización de empresas de
servicios públicos de propiedad del estado. Para llevar a cabo este programa, el
gobierno se asoció con los grandes grupos económicos. Esta alianza quedó de
manifestó en los sucesivos gabinetes ministeriales, integrados por hombres que
provenían del ámbito empresarial o del liberalismo conservador. Al mismo tiempo,
el gobierno realizó un política exterior orientada a privilegiar los vínculos
con los Estados Unidos, en busca de respaldo para realizar la reformas.
LAS LUCHAS CAMPESINAS:
En Bolivia, Paraguay, México y Brasil surgieron movimientos que reclamaban la
Reforma Agraria para que se entregue la tierra a quienes la trabajan, a sus
productores directos.
Este movimiento surgió debido al
proceso de desindustrialización y el agotamiento de las explotaciones
extractivas (minas, etc.) que produjo que muchos obreros de origen campesino
regresaran al campo como forma de subsistencia. Al mismo tiempo, hijos de
pequeños agricultores, con estudios primarios y/o secundarios optaron por
quedarse en la tierra, ante la falta de posibilidades que les brindaba la
ciudad.
El más significativo de ellos es
el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), que surgió en el sur
y centro de Brasil, apoyado por algunas comunidades religiosas, y se extendió a
todo el país. El Movimiento de los Sin Tierra realiza su accionar en el marco de
la Constitución Nacional Brasileña, que establece que la tierra sin cultivar
puede expropiarse para causas sociales. La mayoría de las veces, los
terratenientes reaccionan con guardias privadas y los expulsan o asesinan. A
pesar de ello, ya más de 150 mil familias se han organizado en cooperativas
agrícolas, y continúan acampando y ocupando tierras a la espera de leyes que
cumplan con la expropiación constitucional.
LA REBELIÓN ZAPATISTA:
El núcleo de lo nuevo del Zapatismo es el proyecto de cambiar el mundo sin tomar
el poder. Según este movimiento no es necesario tomar el poder par realizar una
revolución. Esto es un claro rechazo a la política estado-céntrica. La ilusión
estatal coloca al Estado en el centro del concepto de cambio radical. La ilusión
estatal entiende a la revolución como la conquista del poder estatal y la
transformación de la sociedad a través del Estado. El gran aporte de los
Zapatistas ha sido romper el vínculo entre revolución y control del Estado por
lo tanto piensan la revolución de otra manera, pero sin abandonar la esperanza
de la revolución, porque esta esperanza es la vida misma.
El movimiento Zapatista, surgió el
10 de enero de 1994, cuando entró en vigencia el Tratado de Libre Comercio
(NAFTA) celebrado entre los Estados Unidos, Canadá y México. Ese día, en el
Estado de Chiapas, al sur mexicano, la ciudad de San Cristóbal de las Casas fue
tomada por campesinos mayas agrupados con el nombre de Ejército Zapatista de
Liberación Nacional (EZLN).
La causas históricas de esta
rebelión comienza en los años 30 con la crisis cafetalera en la región; en los
50, las haciendas ganaderas despidieron cientos de peones, por no necesitar más
de sus servicios. Ya en los 70, Chiapas se convirtió en un productor de
electricidad y petróleo. Muchos antiguos campesinos se integraron a la nueva
actividad económica, pero otros optaron por continuar su labor milenaria en las
tierras pobres de la selva lacandona. Las tierras ricas estaban ocupadas por los
ganaderos.
En los años 60, llegaron a la zona
curas motivados por el Concilio Vaticano II y el llamado a una “Iglesia de los
pobres”, quienes contribuyeron a que las comunidades valoraran su identidad
histórica y su forma de vivir. A mediados de los 70, arribaron también jóvenes
con intención de integrarse a los trabajos comunitarios. Estos provenían de la
experiencia de grandes movilizaciones estudiantiles del año 68, que habían
concluido en una masacre perpetrada por el gobierno mexicano.
En los 90 la pobreza de las
comunidades seguía creciendo, al mismo tiempo que la riqueza de los grandes
propietarios. Los terratenientes fueron ocupando tierras, apoyados por sus
guardias privadas, las fuerzas del Estado y el gobierno chiapaneco controlado
por ellos mismos. La represión sobre las comunidades fue brutal. En noviembre de
1991, el Gobierno Federal, para dar cumplimiento a puntos del futuro Tratado de
Libre Comercio (NAFFA), estableció la legalización de los latifundios y autorizó
la privatización de las tierras comunales. Ese acuerdo dio marco legal a una
ofensiva mayor de los hacendados contra las comunidades para apropiarse de las
tierras.
En ese contexto se produjo el
levantamiento de Chiapas, dónde se presenta el EZLN y un líder extraño: el Sub
Comandante Marcos, ocultando su rostro, al igual que todos los miembros del
ejército Zapatista.
Prof. Pablo Salvador Fontana
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