El Proletariado y el Partido Politico: La Fuerza Revolucionaria en Rusia

El Proletariado y el Partido Politico: La Fuerza Revolucionaria en Rusia

Entre los antiguos romanos, el proletario era el hombre libre cuya única propiedad era su prole o descendencia.

En tiempos modernos, los teóricos del socialismo y del marxismo definieron al proletariado industrial como la clase destinada a transformar la sociedad.

En sentido estricto, el proletariado es la clase social formada por obreros industriales cuyo único ingreso se deriva de la venta de su trabajo.

En una acepción más amplia, los sociólogos llaman proletario a todo aquel que vive de un salario percibido a cambio de trabajo, lo que incluiría a los obreros agrícolas, a los funcionarios del estado, a los trabajadores cualificados y a los mandos empresariales.

Fuera de esta categoría social quedan los marginados y los desempleados, y también los grupos sociales que viven de la obtención de ingresos no salariales, como las rentas de la propiedad agrícola y los beneficios del capital.

El partido revolucionario:

El proletariado tiende espontáneamente a negar la sociedad capitalista, pero los procesos objetivos que enmascaran y ocultan las raíces y mecanismos de explotación hacen que, sin una teoría revolucionaria que dé cuenta de las causas de su situación, subordine su crítica al sistema a explicaciones imaginarias de las causas de los procesos que cuestiona en sus luchas, esterilizando a las mismas en su posible eficacia histórica.

Se neutraliza así el filo crítico y destructivo de sus luchas hacia un cauce reformista, absorbible por el sistema.

Proletariado
Proletariado, la fuerza del trabajo

Es que la explotación se muestra, se hace visible en sus efectos: pobreza creciente por un lado, acumulación de riquezas por otro, pero enmascara sus causas objetivas, es decir, la relación de extracción de plusvalía que contraen el obrero y el patrón.

Se deriva asi la explicación de la situación de vida del explotado a causas imaginarias éticas o psicológicas: el patrón tiene más voluntad, inteligencia, suerte, etc.

La sociedad aseguraría la igualdad, las desigualdades tendrían como fuente las desigualdades naturales de los hombres entre sí.

Cuando la agudización de las contradicciones sociales alcanzan cierta magnitud se confiará entonces de hecho en que la misma sociedad ponga en juego mecanismos corrector de su funcionamiento.

Por lo que los cuestionamientos a la misma se agotan a lo sumo en el reclamo de distribuir mejor las riquezas a través de cambios en última instancia subjetivos: el capitalismo debe “humanizarse”, el patrón no debe ser egoísta, debe pagarle lo “justo” al obrero, etc.

Pero este cuestionamiento, que puede incluso expresarse a través de luchas de envergadura, no llega en sus planteos a cuestionar la relación objetiva que está en la base de toda desigualdad en la distribución de los bienes creados: la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción.

Estos enmascaramientos objetivos empalman y son reforzados por las elaboraciones y explicaciones sobre la sociedad y sus problemas que transmiten los aparatos ideológicos del Estado y privados de las clases dominantes.

Las luchas obreras que se generan espontáneamente presentan entonces un carácter dual.

Por una parte se constituyen de por sí en una barrera a la tendencia propia de la burguesía a agudizar la explotación de clase y en el terreno decisivo para la posible toma de conciencia de sus objetivos históricos, es decir, del carácter antagónico que debe asumir su enfrentamiento con el poder burgués.

Pero, por otro, lado, libradas a sí mismas, estas luchas no rebasan en último instancia los objetivos de resistencia al dominio burgués y no pueden de por si articularse con un proyecto de poder propio.

Para quebrar este sometimiento ideológico y político es necesario producir la teoría científica que ponga al descubierto los mecanismos reales de funcionamiento y cambio del sistema.

La que no puede tener otro fin que el de su reinscripción en la práctica social global del proletariado a través de la formación de la instancia orgánica de conducción política de la lucha: el partido revolucionario.

La garantía máxima de verificación de una teoría revolucionaria, de desarrollo de una línea política, de conservación del carácter revolucionario de una organización se encuentra en la relación positiva que entabla con las masas, con sus experiencias con sus necesidades, con su historia concreta.

Por ello, el terreno de acción principal del partida revolucionario es la lucha de masas y su vía de acceso y contacto con la clase es la recuperación de las necesidades más sentidas de la clase tanto inmediatas como históricas.

El carácter de las reivindicaciones movilizadoras será cambiante según la situación estructural y coyuntural de la lucha de clases, así como del movimiento propio de las relaciones de fuerzas políticas e ideológicas en cada momento..

El partido, entonces, debe tender a establecer un contacto con el resto de la clase que pueda recuperar la positividad (todo lo que se oponga al orden burgués) de las luchas de resistencia, con vistas a acelerar el cambio de la relación de fuerzas con el poder dominante.

Desde este punto de vista el partido es una fracción de la clase obrera y todo posible intento de sustituir la acción de las masas por la de la organización revolucionaria, como por ejemplo en el caso del stalinismo, es extraño a la concepción leninista de le lucha proletaria.

Cuando de instrumento de lucha, la organización se convierte en un fin en sí mismo, se presenta quizás uno de los síntomas más importantes de su pérdida de carácter revolucionario.

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Con la Revolución Industrial y el advenimiento de los sistemas liberales a lo largo del siglo XIX, el conflicto entre los intereses de proletarios y burgueses se hizo evidente.

El liberalismo implantó la igualdad política, pero, en sus primeras formulaciones, ignoró las desigualdades económicas sociales. Los intereses del proletariado se expresaron en el desarrollo del movimiento obrero y en las diversas teorías socialistas (socialismo utópico, anarquismo, marxismo), que aspiraban a transferir a la sociedad o a sustituirla por otra nueva en la que desaparecieran las desigualdades económicas.

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Situado así el partido en el seno de la clase, es necesario señalar, al mismo tiempo, la diferencia específica que guarda con el resto de la clase y que lo hace imprescindible: la conciencia científica de sus intereses históricos, de los medios de su realización, etc. así como la efectivización práctica de las tareas y formas de organización que garantizan su logro.

Por ello si bien es necesario recuperar toda la positividad posible de la iniciativa y acción propia de la clase, toda la riqueza de los diferentes niveles de conciencia a los que espontáneamente puede acceder, la acción del partido es condición de posibilidad de que la clase se autonomice política, ideológica y organizativamente respecto de la burguesía y pueda por lo tanto proyectarse en la lucha por el poder y la construcción de la nueva sociedad.

Será entonces la fusión entre el movimiento obrero espontáneo y el socialismo científico a través de la acción del partido en la clase, la piedra de toque para que una “situación revolucionaria” desemboque en la toma del poder revolucionario.

El proletariado y las fuerzas populares pueden pasar así de ser el aspecto dominado y secundario de la contradicción central que desgarra a una sociedad en un momento histórico dado, a ser el aspecto dominante y principal.

Analizado desde un ángulo teórico más general, podemos decir que este proceso tiene como signo el pasaje del momento en que el régimen capitalista se reproduce con relativa estabilidad a aquel en que se va a operar sus crisis y superación históricas.

En la fase de autorreproducción, la clase obrera, integrada al sistema ideológica y políticamente, tiene como nota decisiva su rol de soporte de la estructura capitalista, en la medida en que su conducta está regulada inconscientemente por las leyes de reproducción del sistema.

Pero la lucha y la toma de conciencia de clase redimensiona su rol asumiendo el carácter de agente político de cambio.

Se recupera así, sobre la base de los condicionamientos de la estructura objetiva en la que está inserta, la eficacia de los fines subjetivos, de la voluntad, de la firmeza de la acción, etc.

Se posibilita entonces la realización de las leyes de transformación del sistema, que siempre se presentan como una tendencia y no como una necesidad fatal como las leyes naturales.

El pasaje de la tendencia objetiva a la efectivización real del cambio iniciativa propia y combatividad articulada con exigirá la acción deliberada de la clase, su la dirección política que asuma sus intereses históricos de fondo y los caminos correctos para su logro.

Fuente Consultadas:
ENCICLOPEDIA HISPÁNICA Tomo 12 Entrada: Proletariado
CIVILIZACIONES DE OCCIDENTE Tomo B Jackson J. Spielvogel – El Anarquismo

Tema Tratado:El Proletariado y el Partido Politico: La Fuerza Revolucionaria en Rusia

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