Ordenes Militares de la Edad Media Fundadas en Tierra Santa

Ordenes Militares de la Edad Media Fundadas en Tierra Santa

LAS ORDENES MILITARES: El nacimiento de las órdenes militares fue una de las consecuencias más notables de las Cruzadas.

Eran institutos a la vez religiosos y militares.

En el primer aspecto, dependían directamente del Papa, con exención de otras jurisdicciones eclesiásticas, y organizaban su vida comunitaria según una regla monástica que fuese compatible con la condición seglar y las actividades guerreras de sus miembros.

La Orden de los Caballeros Hospitalarios y la del Temple fueron las más famosas de todas las surgidas en Tierra Santa.

Ordenes Militares de la Edad Media Fundadas en Tierra Santa

La Orden de los Hospitalarios tuvo su origen en un albergue fundado en Jerusalén el año 1048 para acoger peregrinos; al terminar la Primera Cruzada, los prebostes del albergue hospedaron a numerosos peregrinos, extendieron sus actividades en pro de la protección y defensa de los mismos y acabaron aceptando obligaciones militares que derivaban de ambas tareas.

Entre 1120 y 1160, el maestre de la orden, Raimundo de Puy, codificó la regla y transformó la organización en una verdadera orden militar semejante a la del Temple, bajo el nombre de Orden de Caballeros de San Juan de Jerusalén, también llamados sanjuanistas o Caballeros Hospitalarios.

La piedad europea se manifestó en numerosísimas donaciones en dinero o en tierra a favor de aquella orden protectora de la peregrinación, cuyos caballeros portaban hábito negro con una cruz blanca sobrepuesta.

La Orden del Temple fue fundada en Jerusalén en 1118 y tuvo desde sus comienzos funciones más claramente militares.

La regla monástica seguida fue la de San Benito, y el hábito de los caballeros, de color blanco con una cruz roja.

Ambas órdenes respondían a una necesidad de la época, la de fundir los ideales de la caballería militar con el intento de cristianización de las costumbres castrenses que la Iglesia estaba llevando a cabo.

Las circunstancias de Tierra Santa eran las más propicias para intentarlo mediante la creación de aquellas "Milicias de Cristo", en las que se mezclaban ambos aspectos.

El éxito de la experiencia se manifiesta en la inmensa riqueza y poder alcanzados por ambas órdenes en los siglos XII y XIII gracias al apoyo y a las donaciones de los reyes, eclesiásticos y pueblo llano.

Hacia 1250, la Orden del Temple contaría con veinte mil miembros.

Antes de la batalla de Hattin, templarios y hospitalarios eran los mayores terratenientes de Tierra Santa, a pesar de su insumisión con respecto al rey de Jerusalén, al que no obedecían, alegando la dependencia directa que tenían con respecto al Papa.

Su papel en la defensa de aquellos territorios fue fundamental, pero se vio enturbiado por esta indisciplina y por las rencillas continuas entre las dos órdenes.

La organización interna de ambas era muy semejante.

La dirigía un Gran Maestre, rodeado de su corte, de un restringido consejo y, en ocasiones extraordinarias, de la reunión o capítulo general de sus cargos directivos.

Las posesiones se dividían por reinos y países y, dentro de éstos, por prioratos; bajo el mando de los priores vivían los bailíos y comendadores, que tenían a su cargo grupos más o menos extensos de caballeros y escuderos de la orden respectiva.

La riqueza de las órdenes y la consolidación de sus instituciones fueron provocando cierto abandono del rigor militar y religioso primitivo, con el olvido de aspectos de la regla que las órdenes seguían, pero el trance más duro sobrevino cuando volvieron a poder del Islam los territorios de ultramar cuya defensa había sido la primera razón de ser.

La Orden del los Caballeros Hospitalarios pudo mantenerse, tanto por su carácter menos bélico y más volcado hacia la práctica de la protección y la caridad con respecto a los débiles, como por haber asumido la defensa de puntos fronterizos de la cristiandad europea: Rodas primero, Malta más tarde. Así fue posible que llegase a nuestros días como corporación predominantemente honorífica, aunque sus intereses hospitalarios sigan siendo notables.

Pero la Orden del Temple tuvo siempre un carácter más netamente militar y empleaba sus riquezas fabulosas en operaciones de banca y préstamo que resultasen más rentables con respecto a sus fines; no pudo superar la crisis que siguió a la caída de Acre en 1291 y de las últimas posesiones europeas en Oriente; entre 1307 y 1312, el rey de Francia Felipe IV procesó, bajo cargos dudosos, a los templarios que vivían en Francia, y consiguió que el papa Clemente V disolviera la orden, cuyos bienes fueron aplicados a la hacienda regia o, en otros países, a otras órdenes militares.

El ejemplo de templarios y hospitalarios había estimulado la aparición de nuevas órdenes, unas en Tierra Santa, otras en lugares más alejados.

Durante la Segunda Cruzada se fundó en Jerusalénla Orden de los Caballeros Teutónicos, reconocida por el Papa en el año 1192.

Pero el lugar de acción de los Teutónicos no fue Palestina, sino la frontera oriental de Alemania, donde conquistaron Prusia, atendiendo a menudo más a sus intereses materiales y deseo de poseer tierras que al primordial fin religioso, como lo demuestran sus violentas luchas con los polacos cristianos.

En el siglo xvi, el maestre Alberto de Brandeburgo se secularizó y convirtió los bienes de la orden en ducado de Prusia, germen del futuro reino que reunificaría Alemania en el siglo XIX.

La Orden de los Caballeros Portaespadas tuvo un carácter muy similar y actuó, sobre todo, en la conquista de las tierras paganas de Livonia.

Otras órdenes militares y caritativas surgidas en los siglos XII y XIII y extinguidas hoy todas ellas fueron las de los Caballeros de San Antonio, la de los Caballeros del Espíritu Santo y la Orden de Caballeros de San Lázaro de Jerusalén, fundada para atender leproserías.

En la península Ibérica tuvieron importantes posesiones tanto la Orden de San Juan como la del Temple.

Los bienes de los templarios fueron aplicados a la Orden de Montesa (creada en 1317) en la corona de Aragón.

En Castilla pasaron a manos, en parte, deórdenes militares autóctonas que habían surgido mediado ya el siglo XII: Calatrava, Santiago y Alcántara.

En Portugal tuvo gran importancia la Orden de Avis.

Todas ellas encontraron en la lucha y la conquista contra el Islam peninsular estímulos semejantes a los que mantenían a sanjuanistas y templarios en Tierra Santa.

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