El
éxito de la teoría evolucionista en el campo de las ciencias naturales también
influyó en las nuevas teorías que se estaban elaborando acerca de las
sociedades.
Para cualquier habitante de una ciudad industrializada parecía
evidente que los avances científico-técnicos significaban la posibilidad de una
vida mejor. El progreso parecía no tener límites.
La idea de progreso —en el
plano social— y la de evolución —en el campo natural— se imponían tanto entre
los científicos cómo entre la mayoría de lo habitantes de los países
industrializados.
Marx
mismo presentó su punto de vista respecto a la historia como una lucha de clases
fundada en las condiciones materiales de la vida como una labor
"científica" de análisis. La tentativa de aplicar los métodos de las
ciencias de manera sistemática al estudio de la sociedad fue tal vez más
evidente en el trabajo del francés Augusto Comte (1798-1857). Su principal obra,
titulada Curso de filosofía positiva, se publicó entre 1837 y 1842, pero
no tuvo su verdadero impacto sino hasta después de 1850.
Comte
creó un sistema de "conocimiento positivo" basado en la jerarquía de todas
las ciencias. Las matemáticas eran la base sobre las que estaban erigidas las
ciencias físicas, las de la tierra y las biológicas. En la cima se
encontraba la sociología, la ciencia de la sociedad humana, que para Comte
incorporaba la economía, la antropología, la historia, y la psicología social.
Comte
veía la labor de la sociología como la más difícil. El descubrimiento de las
leyes generales de la sociedad debía basarse en la recopilación y análisis
de información sobre los seres humanos y su entorno social. Aun cuando sus
esquemas eran a menudo complejos y densos, Comte desempeñó un importante papel
en hacer de la ciencia y el materialismo algo muy popular a mediados del siglo
XIX.
A
partir estos trabajos de Auguste Comte comenzó a tomar forma la corriente de
pensamiento llamada positivista. Su objetivo era explicar el desarrollo de las
sociedades humanas de manera objetiva, observando los hechos y estableciendo
leyes, a la manera de las ciencias naturales.
Comte consideraba que el progreso
era lineal y acumulativo, y que el método científico era el que permitía llegar
a un conocimiento positivo. Afirmó que las sociedades humana habían pasado por
tres edades: la teológica desde los orígenes hasta el siglo XIII, la metafísica,
hasta 1789, y la científica.
Los
positivistas pensaban que para que las sociedades evolucionaran de una etapa a
otra era indispensable que existiera un orden social. Para que el progreso
capitalista no se detuviera era necesario que, por encima de los intereses
particulares, se impusiera un orden superior. Este orden debería imponerse por
medio de normas y leyes. El conocimiento científico positivo tendría la función
de contribuir a mantener el orden social.
El
positivismo fue tanto un método de investigación en las ciencias sociales como
una ideología. La visión positivista de la sociedad basada en las nociones de
orden y progreso se impuso en los países en los que se extendía el capitalismo.
A medida que las potencias imperialistas se extendían con sus productos, sus
capitales y sus ejércitos, también lo hacían sus ideas.
(Ver: Nuevas Técnicas Industriales en el Siglo XIX)
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