Medio Oriente: La lucha de la
Organización para la Liberación de Palestina (OLP)
Pese
al tratado de paz entre Israel y Egipto firmado en 1977, la tensión continuó en
la zona. Los palestinos no participaron dentro de las negociaciones y, por lo
tanto, la lucha por la recuperación de su territorio seguía en pie. Al inicio de
la década de 1980, los palestinos, con nacionalidad pero sin territorio, eran
refugiados en Jordania, Siria y Líbano, desde donde constantemente atacaban los
territorios bajo dominio israelí, creando problemas entre esas naciones e
Israel.
Ejemplo claro de ello fue la invasión israelí a Líbano el 5 de junio de
1982, realizada para desmantelar las bases palestinas que se concentraban en
dicho territorio, además de que la dirigencia de la OLP se movía en Beirut,
capital libanesa. Estados Unidos apoyaba a Israel para mantener la hegemonía
estratégica en la zona. Sin embargo, finalmente Israel se vio forzado a salir de
Líbano en 1985.
La
OLP se consolidaba a nivel internacional gracias a la fuerza que irradiaba su
resistencia. En 1987 comenzó la “intimada” levantamiento diario de oposición,
que los grupos de palestinos organizaron en los territorios ocupados por Israel.
La
lucha continuó hasta el 13 de septiembre de 1993, cuando
Yasser Arafat (foto)
, líder de la OLP, y Yitzhak Rabin, primer ministro israelí, firmaron el acuerdo
con el cual se concedía la autonomía a Gaza y Jericó, así como la
autodeterminación de los palestinos en los territorios ocupados por israelitas
desde 1967. Dos años más tarde se sentaron las bases para crear un Estado
palestino; sin embargo, ello no fue posible, pues comunidades israelíes y árabes
mostraban descontento por dicho acuerdo. Se acusaba a Rabin de terminar con el
ideal del gran Estado de Israel, y a Arafat, de ser un traidor a la resistencia
palestina. En los primeros años del siglo XXI la situación empeoró y aún no se
vislumbra la paz en esa conflictiva zona.
El conflicto Irán-Irak
En
la década de 1970 Irán, al igual que Israel, era salvaguarda de la hegemonía
estadounidense en Medio Oriente y, más concretamente, en la zona petrolera.
Durante él gobierno de Muhammad Reza Pahlevi (foto) se nacionalizó gran parte
del petróleo, sector clave de la economía, con la finalidad de estimular el
desarrollo industrial siderúrgico, textil y nuclear, a la vez que se fortalecía
sin medida el aparato estatal.
Los
intentos por consolidar una burguesía agraria e industrial prooccidental
generaron corrupción y desigualdad social. Éstos, junto con otros factores,
provocaron una insurrección generalizada de los iraníes el 28 de septiembre de
1978, con manifestaciones y huelgas, alentadas por el líder religioso chiíta
Ruhollah Jomeini.
Se
protestaba por el fracaso de los modelos occidentales de modernización, pero,
sobre todo, por la pérdida de identidad cultural y la confusión moral que aquél
había causado. Se buscaba volver a los principios establecidos por el Islam, a
través del Corán, para guiar el desarrollo de la nación.
La
fuerza del movimiento insurrecto orilló a Reza Pahlevi a abandonar el país en
enero de 1979, fecha en la que se promulgó la nueva República Islámica de Irán,
cuyo dirigente sería el ayatolá Jomeini. El equilibrio geopolítico económico de
la zona estaba en peligro. La revolución iraní y los acuerdos de Campo David
(Estados Unidos); que aislaron a Egipto del mundo árabe, fueron los motivos para
que Irak, bajo el mando de
Saddam Hussein (foto abajo) , tratase de unificarse con Siria
para retomar el liderazgo en la región. Entonces, se revivieron las
disputas limítrofes entre Irán e Irak. Con los acuerdos de Argel, firmados en
1975, Bagdad perdía parte de su salida al golfo, a cambio de interrumpir la
ayuda iraní a la rebelión kurda, la cual pretendía alcanzar el reconocimiento de
su territorio dividido entre Turquía, Irak, Irán y Siria. El momento para
recuperarla parecía ser 1979.
La
guerra que inició Irak contra Irán en 1980, con la finalidad antes mencionada,
aparentemente buscaba acabar con la revolución iraní, pretextando lo peligroso
que era el mensaje fundamentalista para los gobiernos de la zona.
Arabia Saudita, Kuwait y otros países petroleros temían la expansión del mensaje
chiíta, que sólo reconocía como gobernantes legítimos a los descendientes de Alí
(yerno de Mahoma), y la posible ola de levantamientos populares, por lo que
apoyaron la caída del régimen de Jomeini, hasta el grado de financiar a Irak
para el logro de ese objetivo. No les importaba correr el riesgo de que Hussein
se consolidara como el nuevo líder regional.
En
1980, el ejército iraquí penetró en territorio iraní sin éxito, ya que tuvo que
replegarse y continuar la guerra desde su propio suelo.
En
1984 el conflicto no parecía inclinarse favorablemente para ningún lado, sólo se
vivía un profundo desgaste en ambos contendientes. Los intereses petroleros en
el Golfo Pérsico hicieron temer la extensión del conflicto a otras naciones, por
lo que se buscó un cese al fuego que se firmó en 1988.
El Neocolonialismo y el
Tercer Mundo
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