Árabes y judíos: Desde la Primera Guerra
Mundial, Inglaterra se había esforzado en cultivar la amistad de los árabes, con
objeto de proporcionarse acceso a la fabulosa riqueza petrolífera del Cercano
Oriente.
Aunque rivales, tanto las compañías explotadoras británicas como las
norteamericanas se sentían unidas y solidarias ante el temor de que la Unión
Soviética se adueñase de tan decisivo resorte de poder, favoreciendo a los
nacionalistas árabes. Los países islámicos aprovecharon las guerras y
disensiones entre las grandes potencias mundiales, sea para rechazar su
independencia o para afirmar sus posiciones económicas o estratégicas, y aunque
era difícil lograr una unión entre todas ellas, no faltaron los intentos para
conseguirlas.
En 1945, al terminar la Segunda Guerra Mundial, se fundaba en El
Cairo la Liga Arabe, integrada por Egipto, Siria, Líbano, Arabia Saudita,
Transjordania, Irak y el Yemen.
Cabe
señalar que, durante la contienda, Líbano y Siria habían logrado emanciparse de
la tutela francesa, reconociendo el gobierno de París la plena soberanía de
ambos países en 1944 y 1946, respectivamente. Incapaz de solucionar su promesa
de crear el “Hogar Nacional” judío, formulada desde los tiempos de la Primera
Guerra Mundial, a satisfacción de árabes y judíos, Inglaterra sometió la
cuestión a las Naciones Unidas, cuya Asamblea General trató de zafarse también
de tan espinoso asunto, por el riesgo que entrañaba.
El problema fue transferido
a una comisión de encuesta que,. en noviembre de 1947, formuló unas
recomendaciones que no lograron. calmar los ánimos enardecidos de ambas partes.
La ONU había previsto la partición del territorio de Palestina en un estado
judío y otro árabe, quedando internacionalizada la ciudad de Jerusalén.
Fuente Consultada: Historia Universal Carl
Grimberg
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